Sara
Solarz, viuda del jefe guerrillero Marcos Osatinsky, relató la historia
de su familia arrasada por la represión y comprometió al imputado
Héctor Vergez. El abogado Claudio Orosz pidió investigar la remoción de
restos ordenada en 1984 por el juez Gustavo Becerra Ferrer.
Por Alexis Oliva - (El Argentino, edición Córdoba)
“Fuimos una familia comprometida con las luchas políticas de mi país. Con Marcos comenzamos a militar en la Federación Juvenil Comunista, luego en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y luego de la fusión, en Montoneros. Criamos a nuestros hijos en los valores de toda una generación. Marcos era dirigente. Marito era militante. José no fue militante. Los tres fueron asesinados, ninguno murió en enfrentamientos. El cuerpo de Marcos fue dinamitado”.
Así comenzó su testimonio ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba Sara Solarz, viuda de Marcos Osatinsky, el jefe guerrillero fugado de la cárcel de Rawson en 1972 y asesinado en Córdoba el 21 de agosto de 1975, en un falso intento de fuga montado por los policías que lo tenían cautivo en el Departamento de Informaciones D2.
Secuestrada en Buenos Aires el 14 de mayo de 1977, Solarz fue llevada al centro clandestino de detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Tras una tortura física que se prolongó por días, la retiraron del sector conocido como “Capucha”, la hicieron sentar y le sacaron la venda. Cuando pudo acomodar su visión, se encontró con dos personajes vestidos de impermeable color claro, que la someterían a otra clase de tormentos.
“Venimos a llevarla a Córdoba, porque el nombre de Osatinsky tiene que desaparecer de la faz de la tierra y usted tiene que morir en Córdoba”, le anunció uno de ellos. Además, el visitante se ufanó de haber “robado y dinamitado” el cadáver de su esposo, “en nombre del Comando Libertadores de América”. También le relató que a Mario, su hijo mayor, de 19 años, lo cercaron el 25 de marzo del ‘76 en una casa en la localidad cordobesa de La Serranita y fue acribillado al día siguiente, junto a otras tres personas, en la ruta cerca de Alta Gracia. Del menor, José, de 15, el represor le dijo: “Lo mató la policía. No fuimos nosotros, desgraciadamente. De todas maneras, está muerto, que es lo importante”.
“El mismo día me suben de vuelta a Capucha y después me vuelven a bajar. Estaba de guardia (el ex capitán de Fragata, Antonio) Pernías y me pregunta qué me dijeron. ‘Usted sabe bien lo que me dijeron’. Me dijo que no sabía, que por favor le cuente, y le conté. Esto de que me vinieran a buscar no le gustó mucho, porque yo era propiedad de la ESMA”, recordó la testigo ayer. Finalmente no la trasladaron, y permaneció en la ESMA hasta el 19 de diciembre de 1978, cuando la llevaron a Ezeiza y la obligaron a embarcarse en un vuelo a Madrid.
Años después, Solarz identificó al represor que la entrevistó en la ESMA con el autor del libro “Yo fui Vargas”, Héctor Pedro Vergez, el ex jefe del campo de concentración de La Perla. A esa altura del testimonio, Vergez ya le había pasado seis papelitos con preguntas a la defensora oficial Natalia Bazán, acaso en una modalidad degradada de su antigua omnipotente verborragia.
Mientras estuvo cautiva, esta mujer a la que le arrancaron a su marido y sus dos hijos asistió a pedido de las prisioneras parturientas a catorce nacimientos. A la consulta de Marité Sánchez, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba, sobre el plan sistemático de robo de niños”, Sara respondió: “En la ESMA se hizo como una maternidad, y casi el cien por ciento de las embarazadas venía de otros campos. (Rubén) Chamorro, el director de la ESMA, planificaba adónde iban a ir los chicos. Algunos no querían que fueran adoptados, y los dejaban en la puerta del orfelinato”.
Al finalizar, este diario le preguntó cuántas veces prestó declaración desde que recuperó su libertad.
-Uf… la verdad que no sé, pero empecé en el ‘79, en la Asamblea Nacional Francesa –respondió.
-Pero esta de hoy fue especial…
-Sí, esta es especial, porque es 21 de agosto, la fecha en que lo mataron a Marcos, y el día antes de la masacre de Trelew. Para mí tiene una importancia impresionante.
“Ni un lugar para ponerle una flor”
El cadáver de Marcos Osatinsky fue dinamitado, pero pudieron recuperarse sus restos, que junto a los de su hijo Mario -identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense y entregados a su madre en 2003- descansan en un cementerio de Tucumán. En 1984, estando aún refugiada en Europa, Sara Solarz fue informada de que entre unos restos hallados en el Cementerio de San Vicente podían estar los de su hijo menor, José.
“Después supe que en ese lugar habían pasado las palas mecánicas y no se podía recuperar a nadie, porque todo estaba mezclado, así que nunca pude tener un lugar para ponerle una flor”, lamentó la testigo.
A su turno en la ronda de preguntas, el querellante Claudio Orosz planteó: “Con Martín Fresneda hicimos una denuncia en el Juzgado Federal Nº 3, porque a raíz de la orden del doctor (Gustavo) Becerra Ferrer se recuperaron más de 33 cuerpos, que de forma absolutamente imperita fueron colocados en bolsas, y el juez Becerra Ferrer le solicitó al entonces intendente Ramón Bautista Mestre que le diera la orden al director del Cementerio de San Vicente, que todavía es funcionario, que preservara esas bolsas. Y esas bolsas fueron incineradas. Entendemos que son delitos absolutamente tributarios a los delitos de lesa humanidad, y pedimos que esta parte de la declaración de Sara Osatinsky sea inmediatamente remitida al Ministerio Público Fiscal. Es más, a la Procuraduría General de la Nación, para que después de tantos años por fin esta investigación se produzca y se sepa la verdad”.
Por Alexis Oliva - (El Argentino, edición Córdoba)
“Fuimos una familia comprometida con las luchas políticas de mi país. Con Marcos comenzamos a militar en la Federación Juvenil Comunista, luego en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y luego de la fusión, en Montoneros. Criamos a nuestros hijos en los valores de toda una generación. Marcos era dirigente. Marito era militante. José no fue militante. Los tres fueron asesinados, ninguno murió en enfrentamientos. El cuerpo de Marcos fue dinamitado”.
Así comenzó su testimonio ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba Sara Solarz, viuda de Marcos Osatinsky, el jefe guerrillero fugado de la cárcel de Rawson en 1972 y asesinado en Córdoba el 21 de agosto de 1975, en un falso intento de fuga montado por los policías que lo tenían cautivo en el Departamento de Informaciones D2.
Secuestrada en Buenos Aires el 14 de mayo de 1977, Solarz fue llevada al centro clandestino de detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Tras una tortura física que se prolongó por días, la retiraron del sector conocido como “Capucha”, la hicieron sentar y le sacaron la venda. Cuando pudo acomodar su visión, se encontró con dos personajes vestidos de impermeable color claro, que la someterían a otra clase de tormentos.
“Venimos a llevarla a Córdoba, porque el nombre de Osatinsky tiene que desaparecer de la faz de la tierra y usted tiene que morir en Córdoba”, le anunció uno de ellos. Además, el visitante se ufanó de haber “robado y dinamitado” el cadáver de su esposo, “en nombre del Comando Libertadores de América”. También le relató que a Mario, su hijo mayor, de 19 años, lo cercaron el 25 de marzo del ‘76 en una casa en la localidad cordobesa de La Serranita y fue acribillado al día siguiente, junto a otras tres personas, en la ruta cerca de Alta Gracia. Del menor, José, de 15, el represor le dijo: “Lo mató la policía. No fuimos nosotros, desgraciadamente. De todas maneras, está muerto, que es lo importante”.
“El mismo día me suben de vuelta a Capucha y después me vuelven a bajar. Estaba de guardia (el ex capitán de Fragata, Antonio) Pernías y me pregunta qué me dijeron. ‘Usted sabe bien lo que me dijeron’. Me dijo que no sabía, que por favor le cuente, y le conté. Esto de que me vinieran a buscar no le gustó mucho, porque yo era propiedad de la ESMA”, recordó la testigo ayer. Finalmente no la trasladaron, y permaneció en la ESMA hasta el 19 de diciembre de 1978, cuando la llevaron a Ezeiza y la obligaron a embarcarse en un vuelo a Madrid.
Años después, Solarz identificó al represor que la entrevistó en la ESMA con el autor del libro “Yo fui Vargas”, Héctor Pedro Vergez, el ex jefe del campo de concentración de La Perla. A esa altura del testimonio, Vergez ya le había pasado seis papelitos con preguntas a la defensora oficial Natalia Bazán, acaso en una modalidad degradada de su antigua omnipotente verborragia.
Mientras estuvo cautiva, esta mujer a la que le arrancaron a su marido y sus dos hijos asistió a pedido de las prisioneras parturientas a catorce nacimientos. A la consulta de Marité Sánchez, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba, sobre el plan sistemático de robo de niños”, Sara respondió: “En la ESMA se hizo como una maternidad, y casi el cien por ciento de las embarazadas venía de otros campos. (Rubén) Chamorro, el director de la ESMA, planificaba adónde iban a ir los chicos. Algunos no querían que fueran adoptados, y los dejaban en la puerta del orfelinato”.
Al finalizar, este diario le preguntó cuántas veces prestó declaración desde que recuperó su libertad.
-Uf… la verdad que no sé, pero empecé en el ‘79, en la Asamblea Nacional Francesa –respondió.
-Pero esta de hoy fue especial…
-Sí, esta es especial, porque es 21 de agosto, la fecha en que lo mataron a Marcos, y el día antes de la masacre de Trelew. Para mí tiene una importancia impresionante.
“Ni un lugar para ponerle una flor”
El cadáver de Marcos Osatinsky fue dinamitado, pero pudieron recuperarse sus restos, que junto a los de su hijo Mario -identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense y entregados a su madre en 2003- descansan en un cementerio de Tucumán. En 1984, estando aún refugiada en Europa, Sara Solarz fue informada de que entre unos restos hallados en el Cementerio de San Vicente podían estar los de su hijo menor, José.
“Después supe que en ese lugar habían pasado las palas mecánicas y no se podía recuperar a nadie, porque todo estaba mezclado, así que nunca pude tener un lugar para ponerle una flor”, lamentó la testigo.
A su turno en la ronda de preguntas, el querellante Claudio Orosz planteó: “Con Martín Fresneda hicimos una denuncia en el Juzgado Federal Nº 3, porque a raíz de la orden del doctor (Gustavo) Becerra Ferrer se recuperaron más de 33 cuerpos, que de forma absolutamente imperita fueron colocados en bolsas, y el juez Becerra Ferrer le solicitó al entonces intendente Ramón Bautista Mestre que le diera la orden al director del Cementerio de San Vicente, que todavía es funcionario, que preservara esas bolsas. Y esas bolsas fueron incineradas. Entendemos que son delitos absolutamente tributarios a los delitos de lesa humanidad, y pedimos que esta parte de la declaración de Sara Osatinsky sea inmediatamente remitida al Ministerio Público Fiscal. Es más, a la Procuraduría General de la Nación, para que después de tantos años por fin esta investigación se produzca y se sepa la verdad”.
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