Los testigos aportaron evidencia sobre la represión a los militantes populares y revolucionarios desde el “Navarrazo”, en febrero de 1974. Carlos Orzaocoa reclamó que se investigue la apropiación del bebé que habría tenido su esposa antes de ser asesinada.
Por Alexis Oliva
En el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los campos de La Perla y la Ribera, el testigo Hugo Mansilla dio cuenta de la persecución que se desató tras el golpe de Estado policial del 27 de febrero de 1974 y la intervención federal a Córdoba, contra los empleados públicos provinciales que tenían militancia sindical y estaban identificados con el gobierno popular de Ricardo Obregón Cano y Atilio López.
Era “un grupo de 25 compañeros” que había ingresado en junio de 1973, luego de que la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi) asumiera la Gobernación. Algunos habían participado en el Cordobazo y sufrido luego la cárcel, la persecución política o el despido. Como Hugo Estanislao Ochoa, “un viejo militante de gran prestigio en el área metalúrgica”, que trabajaba y era delegado en la Secretaría de Transporte; o Roberto Yornet, quien se desempeñaba como “inspector de control de precios” en la Secretaría de Comercio, donde Mansilla era delegado.
Con la intervención, “entró una gran patota armada” que inició “una decidida campaña de hostigamiento” contra el personal que había sido designado por decreto de Obregón Cano y López. “Con el solo nombre de quién te hizo entrar ya estabas sentenciado”, aseguró el testigo. Y no exageraba, ya que Ochoa fue secuestrado y desaparecido el 12 de noviembre del ‘75 y Yornet el 23 de julio del ‘76.
“Tuvimos muchos secuestrados”, dijo Mansilla antes de relatar que él también padeció esa experiencia, días después de ser cesanteado por las autoridades militares con el grupo de “perturbadores en potencia”. Paradójicamente, en la madrugada del 1º de mayo del ‘76 un grupo del Ejército tomó por asalto su casa y se lo llevó atado y vendado. Tras mantenerlo diez días cautivo en el campo de La Ribera, lo liberaron con una advertencia: “El que vuelve acá no cuenta el cuento”.
A continuación, declaró Andrés Antonio Maorenzic, hijo de Graciela del Valle Maorenzic y Antonio del Carmen Fernández, el legendario dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), ejecutado por el Ejército en Catamarca, el 12 de agosto de 1974. “Mi papá fue con un operativo que hace el ERP para recuperar armas como autodefensa, en lo que hoy es conocido como la masacre de Capilla del Rosario. Ahí lo fusilan a mi papá y otros quince compañeros más”, relató el testigo.
Sobre el destino de su madre, también militante del PRT-ERP y víctima de la megacausa, refirió que fue secuestrada, con María de las Mercedes Gómez de Orzaocoa, por el Comando Libertadores de América (CLA) -versión cordobesa de la Triple A-, el 21 de marzo del ‘75. Meses después, el comando ultraderechista “reivindicó el fusilamiento” de las militantes, en un volante que fue difundido por Canal 12. “Estaba marcado el apellido”, expresó Maorenzic antes de contar que también fueron apresados dos hermanos de su madre.
Por último, Carlos Orzaocoa testificó sobre la desaparición de su esposa María de las Mercedes, embarazada de siete meses. Abogado y ex miembro del PRT-ERP, el testigo relató que hasta esa fecha, cuando había una detención se esperaba “7 u 8 días hasta que un detenido se blanqueara. Era torturado y golpeado por la Policía, pero blanqueado. Se tenía noticia de él, se le podía acercar alimentos y ropa y designarle abogado. Lo trágico para mí y otros compañeros es que pasaron 7, 8 y más días y no blanqueaban ni a Mercedes ni a Graciela. La palabra desaparecido no estaba aún en nuestro léxico”.
El testigo siempre tuvo la convicción de que su esposa había alcanzado a dar a luz antes de ser asesinada. Su hija Mariana, quien al momento de la desaparición de su madre tenía dos años y “siempre ha buscado a su hermano o hermana”, se comunicó con Charlie Moore, un ex militante del PRT-ERP que estuvo prisionero en el Departamento de Informaciones D2 y vive en Inglaterra, quien había dado una entrevista al diario La Voz del Interior.
Al solicitarle información sobre el destino de su madre, Mariana Orzaocoa recibió un mail de Moore con una descripción de una prisionera embarazada que vio en el D2 alrededor del 25 de marzo del ‘75: “Era de baja estatura, tez muy pero muy blanca, no necesariamente pálida, de cachetes bien redonditos y cabello negro brilloso similar al de una china compañera criolla de las sierras. Los ojos eran bien oscuros y me dio la impresión de que no eran chicos, juzgando en comparación a la fisionomía de la cara. Tu mamá era de patas cortas y cadera ancha, quizás por el avanzado estado del embarazo”.
Tras citar esa descripción y aludir al lapso transcurrido entre el secuestro de Gómez y Maorenzik y la aparición del volante donde el CLA se atribuye el doble asesinato, Orzaocoa se dirigió al Tribunal: “Voy a solicitar que se investigue muy especialmente la situación de apropiación de mi hijo o hija, para que con el esfuerzo del Estado, de las Abuelas de Plaza de Mayo y el que vamos a poner nosotros y mi familia, podamos encontrarlo”.
Por Alexis Oliva
En el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los campos de La Perla y la Ribera, el testigo Hugo Mansilla dio cuenta de la persecución que se desató tras el golpe de Estado policial del 27 de febrero de 1974 y la intervención federal a Córdoba, contra los empleados públicos provinciales que tenían militancia sindical y estaban identificados con el gobierno popular de Ricardo Obregón Cano y Atilio López.
Era “un grupo de 25 compañeros” que había ingresado en junio de 1973, luego de que la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi) asumiera la Gobernación. Algunos habían participado en el Cordobazo y sufrido luego la cárcel, la persecución política o el despido. Como Hugo Estanislao Ochoa, “un viejo militante de gran prestigio en el área metalúrgica”, que trabajaba y era delegado en la Secretaría de Transporte; o Roberto Yornet, quien se desempeñaba como “inspector de control de precios” en la Secretaría de Comercio, donde Mansilla era delegado.
Con la intervención, “entró una gran patota armada” que inició “una decidida campaña de hostigamiento” contra el personal que había sido designado por decreto de Obregón Cano y López. “Con el solo nombre de quién te hizo entrar ya estabas sentenciado”, aseguró el testigo. Y no exageraba, ya que Ochoa fue secuestrado y desaparecido el 12 de noviembre del ‘75 y Yornet el 23 de julio del ‘76.
“Tuvimos muchos secuestrados”, dijo Mansilla antes de relatar que él también padeció esa experiencia, días después de ser cesanteado por las autoridades militares con el grupo de “perturbadores en potencia”. Paradójicamente, en la madrugada del 1º de mayo del ‘76 un grupo del Ejército tomó por asalto su casa y se lo llevó atado y vendado. Tras mantenerlo diez días cautivo en el campo de La Ribera, lo liberaron con una advertencia: “El que vuelve acá no cuenta el cuento”.
A continuación, declaró Andrés Antonio Maorenzic, hijo de Graciela del Valle Maorenzic y Antonio del Carmen Fernández, el legendario dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), ejecutado por el Ejército en Catamarca, el 12 de agosto de 1974. “Mi papá fue con un operativo que hace el ERP para recuperar armas como autodefensa, en lo que hoy es conocido como la masacre de Capilla del Rosario. Ahí lo fusilan a mi papá y otros quince compañeros más”, relató el testigo.
Sobre el destino de su madre, también militante del PRT-ERP y víctima de la megacausa, refirió que fue secuestrada, con María de las Mercedes Gómez de Orzaocoa, por el Comando Libertadores de América (CLA) -versión cordobesa de la Triple A-, el 21 de marzo del ‘75. Meses después, el comando ultraderechista “reivindicó el fusilamiento” de las militantes, en un volante que fue difundido por Canal 12. “Estaba marcado el apellido”, expresó Maorenzic antes de contar que también fueron apresados dos hermanos de su madre.
Por último, Carlos Orzaocoa testificó sobre la desaparición de su esposa María de las Mercedes, embarazada de siete meses. Abogado y ex miembro del PRT-ERP, el testigo relató que hasta esa fecha, cuando había una detención se esperaba “7 u 8 días hasta que un detenido se blanqueara. Era torturado y golpeado por la Policía, pero blanqueado. Se tenía noticia de él, se le podía acercar alimentos y ropa y designarle abogado. Lo trágico para mí y otros compañeros es que pasaron 7, 8 y más días y no blanqueaban ni a Mercedes ni a Graciela. La palabra desaparecido no estaba aún en nuestro léxico”.
El testigo siempre tuvo la convicción de que su esposa había alcanzado a dar a luz antes de ser asesinada. Su hija Mariana, quien al momento de la desaparición de su madre tenía dos años y “siempre ha buscado a su hermano o hermana”, se comunicó con Charlie Moore, un ex militante del PRT-ERP que estuvo prisionero en el Departamento de Informaciones D2 y vive en Inglaterra, quien había dado una entrevista al diario La Voz del Interior.
Al solicitarle información sobre el destino de su madre, Mariana Orzaocoa recibió un mail de Moore con una descripción de una prisionera embarazada que vio en el D2 alrededor del 25 de marzo del ‘75: “Era de baja estatura, tez muy pero muy blanca, no necesariamente pálida, de cachetes bien redonditos y cabello negro brilloso similar al de una china compañera criolla de las sierras. Los ojos eran bien oscuros y me dio la impresión de que no eran chicos, juzgando en comparación a la fisionomía de la cara. Tu mamá era de patas cortas y cadera ancha, quizás por el avanzado estado del embarazo”.
Tras citar esa descripción y aludir al lapso transcurrido entre el secuestro de Gómez y Maorenzik y la aparición del volante donde el CLA se atribuye el doble asesinato, Orzaocoa se dirigió al Tribunal: “Voy a solicitar que se investigue muy especialmente la situación de apropiación de mi hijo o hija, para que con el esfuerzo del Estado, de las Abuelas de Plaza de Mayo y el que vamos a poner nosotros y mi familia, podamos encontrarlo”.