Al declarar frente al Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba, Sara Waitman, sobreviviente del campo de concentración de La Perla, denunció que "la condición de judío significaba ser doblemente torturado", y le reclamó a los acusados que "digan qué hicieron con tanta gente, con tantos desaparecidos".
Waitman, secuestrada el 20 de noviembre de 1976 en la Terminal de Omnibus de la ciudad de Córdoba junto con su novio Carlos Alberto D'ambra, todavía desaparecido, advirtió que "no se puede dimensionar las secuelas que nos dejó el terrorismo de Estado. No se puede dimensionar cómo nos han cambiado el proyecto de vida".
"La mejor forma de sanar la sociedad es que nos digan la verdad. No puede haber dolor más grande que las abuelas no puedan encontrar a sus nietos", agregó, y consideró que "todo aquel que cometió delitos tiene que pagar por lo que hizo. Luchamos para eso, para construir una memoria colectiva, para que nunca más vuelva a pasar y para construir un país solidario", destacó Waitman. Más adelante denunció que los represores de aquel entonces "eran dueños de la vida y de la muerte de todo nuestro pueblo: ellos decidían quién moría y quién vivía".
En otro tramo de su testimonio, manifestó su discrepancia con las expresiones vertidas el año pasado por el gobernador José Manuel de la Sota, quien había dicho que "las Abuelas y las Madres tendrían que haber cuidado mejor a sus hijos". "De la Sota no sabe lo que hicieron nuestros viejos por nosotros. Muchos padres lucharon y lo siguen haciendo para saber dónde están nuestros desaparecidos. Dónde están nuestros 400 nietos que faltan, y esa es nuestra lucha y la de ellos. No sólo nosotros vivíamos el dolor, sino también nuestra familia", remarcó.
María Lidia Piotti, por su parte, se refirió a su propio secuestro en septiembre de 1978, al de su hermano asesinado en Santa Fe, al de su esposo, Cecilio Salguero, quien declaró la víspera, y al de su cuñada desaparecida, María del Carmen Sosa de Piotti.
Waitman, secuestrada el 20 de noviembre de 1976 en la Terminal de Omnibus de la ciudad de Córdoba junto con su novio Carlos Alberto D'ambra, todavía desaparecido, advirtió que "no se puede dimensionar las secuelas que nos dejó el terrorismo de Estado. No se puede dimensionar cómo nos han cambiado el proyecto de vida".
"La mejor forma de sanar la sociedad es que nos digan la verdad. No puede haber dolor más grande que las abuelas no puedan encontrar a sus nietos", agregó, y consideró que "todo aquel que cometió delitos tiene que pagar por lo que hizo. Luchamos para eso, para construir una memoria colectiva, para que nunca más vuelva a pasar y para construir un país solidario", destacó Waitman. Más adelante denunció que los represores de aquel entonces "eran dueños de la vida y de la muerte de todo nuestro pueblo: ellos decidían quién moría y quién vivía".
En otro tramo de su testimonio, manifestó su discrepancia con las expresiones vertidas el año pasado por el gobernador José Manuel de la Sota, quien había dicho que "las Abuelas y las Madres tendrían que haber cuidado mejor a sus hijos". "De la Sota no sabe lo que hicieron nuestros viejos por nosotros. Muchos padres lucharon y lo siguen haciendo para saber dónde están nuestros desaparecidos. Dónde están nuestros 400 nietos que faltan, y esa es nuestra lucha y la de ellos. No sólo nosotros vivíamos el dolor, sino también nuestra familia", remarcó.
María Lidia Piotti, por su parte, se refirió a su propio secuestro en septiembre de 1978, al de su hermano asesinado en Santa Fe, al de su esposo, Cecilio Salguero, quien declaró la víspera, y al de su cuñada desaparecida, María del Carmen Sosa de Piotti.
Los 42 imputados que tiene la causa afrontan cargos por privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguidos de muerte, homicidio calificado, tentativa de homicidio calificado, sustracción de menores de 10 años, abuso deshonesto y violación.
Asimismo, los sobrevivientes Ana Mohaded y Cecilio Salguero señalaron a sus torturadores, con pelos y señales
Conmovedores y categóricos testimonios de dos sobrevivientes de ese centro de exterminio
Ana Mohaded, sobreviviente de los centros clandestinos de detención de la dictadura, dijo hoy ante el TOF cordobés que en La Perla fue el lugar "donde toqué el infierno y lo más miserable de las conductas humanas, como así también lo más sublime y espiritual, por el grado de resistencia a las torturas y vejaciones". Lo hizo al declarar en el juicio de la megacausa La Perla que se desarrolla en Córdoba. Mohaded pertenecía a la agrupación CURS (Corriente Universitaria de la Revolución Socialista) y participaba de la lucha por mantener abierta la Escuela de Cine de la Universidad Nacional de Córdoba. También fue emotivo el testimonio brindado por el sobreviviente Cecilio Salguero: "La Perla --dijo-- era una máquina del terror. Durante las 24 horas estábamos entre la vida y la muerte. Esa sensación nos hacían sentir permanentemente con las amenazas de muerte". Salguero militaba en la organización político militar Montoneros al momento de su secuestro y detención ilegal.
Ana Mohaded, militante de la Corriente Universitaria de la Revolución Socialista, relató que fue secuestrada el 11 de noviembre de 1976 junto a sus compañeros Norma Verti y Hugo Basso en la ciudad de Córdoba. Recordó las “interminables sesiones de torturas y vejaciones” a las que era sometida en los distintos lugares dependientes del Tercer Cuerpo del Ejército donde estuvo detenida. Asoció su secuestro a las acciones de resistencia que promovían en 1975 en contra del cierre de la Escuela de Cine dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Mohaded debió soportar simulacros de fusilamiento, torturas y situaciones "que “me hacían sentir denigrada". "La tortura no tiene que ver con el físico, sino con el pensamiento, con la denigración de vos como persona, con la anulación y la despersonalización. El golpe duele, pero duele más toda la otra historia en que una va siendo acorralada, ninguneada, violentada”", manifestó Mohaded. “"Desnudarnos y bañarnos frente a los guardias mirando, los insultos con connotaciones sexuales, los manoseos y los intentos de violación” eran prácticas habituales de los represores", relató en otro pasaje de su testimonio y dijo que lo hacían con la “potestad que el Estado les dio”. "Durante mi tortura cantaban, bailaban. Había un clima de exaltación. Era algo macabro. Es decir que el torturar formaba parte de un ideario, de un estilo de vida”", señaló.
Entre los principales torturadores identificó a los represores Ernesto Barreiro, Luis Manzanelli, Miguel Angel Gómez, Ricardo Lardone y Carlos Díaz. Recordó la identidad de varios secuestrados con quienes compartió cautiverio y en ese sentido mencionó particularmente a Justino Honores por el “valor” que demostró en todo momento ante el “ensañamiento y feroz tortura” que los represores, en particular Barreiro, demostraron con él hasta que murió en brazos de Eduardo Porta, otro de los detenidos.
Desde su detención en 1976 y hasta su libertad en noviembre de 1982, Mohaded fue sometida a tres Consejos de Guerra y un tribunal de enjuiciamiento militar, cuyo proceso luego fue anulado. No obstante, el Juzgado Federal 2 de Córdoba la condenó por el delito de asociación ilícita “sin pruebas”, mencionó. Al ser interrogada por una de las defensas sobre si sabía de colaboración de los detenidos con los verdugos, dijo que “en La Perla "no había colaboradores; había trabajo esclavo”".
Previamente había testimoniado el también sobreviviente Cecilio Salguero, ex integrante de la OPM Montoneros, quien pidió al papa Francisco que "abra los archivos secretos del Vaticano" para conocer el destino de los cuerpos que aún se encuentran desaparecidos.
Salguero fue secuestrado el 9 de marzo de 1977 en las cercanías de la fábrica de motores Perkins, en la ciudad de Córdoba, e identificó como responsable del operativo y de su privación ilegal de la libertad al imputado Jorge Acosta, y como sus torturadores en La Perla a los acusados Manzanelli, Lardone y al mismo Acosta. También responsabilizó de sus torturas en CCD La Ribera a Carlos Díaz y Miguel Angel Gómez, y al policía Carlos Yanicelli en el Departamento de Informaciones Policiales (D2).
"Nos tenían atados, vendados, no podíamos movernos ni hablar. Nos daban comida con agua sucia y pan. Una vez por semana nos dejaban bañar y una vez por día nos dejaban ir al baño", recordó Salguero. Añadió que era habitual ver juntos en actos oficiales al ex titular del Tercer Cuerpo del Ejército y principal imputado en este proceso, Luciano Benjamín Menéndez, así como al fallecido cardenal Francisco Primatesta. Recordó también que ya en tiempos de recuperación de la democracia compartían palco con
Menéndez el entonces gobernador de Córdoba, el radical Eduardo Angeloz, el fallecido Ramón Mestre y el actual diputado nacional (UCR), Oscar Aguad, entre otros "funcionarios radicales".
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"La Perla era una máquina del terror. Durante las 24 horas estábamos entre la vida y la muerte. Esa sensación nos hacían sentir permanentemente con las amenazas de muerte”", manifestó y sobre el final le pidió a Menéndez que diga “dónde están los miles de desaparecidos para poder enterrarlos cristianamente”.
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