Brindó testimonio David Andenmatten, militante de la Agrupación Universitaria del Peronismo de Base; luego lo hizo Jone Teresa Grilli, esposa del dirigente de Luz y Fuerza Juan Alberto Caffaratti – detenido desaparecido- y la última en hacerlo fue Nilda Estela Jelenik. El secuestro, la tortura empleada como método para lograr información, los “traslados” y la presencia de emabarazadas en los campos de concentración quedaron expuestos.
Por Katy García- Prensared
El primer testigo Andenmatten reconoció a Miguel Ángel Gómez como su torturador y durante el curso del relato lo responsabilizó de torturar a una centena de militantes en Río Cuarto. Pidió que se investiguen estos hechos ocurridos en la ciudad del sur.
Lo detuvieron el 27 de mayo de 1976, tenía 22 años, trabajaba en una fábrica de baterías, en barrio General Paz. “A las 7 de la mañana vinieron tres hombres de civil que se presentaron como policías. Me introdujeron en un auto y llevaron al D2. No iba vendado”, afirmó. Después lo vendaron y le dijeron: “Andenmatten: vamos”.
El testigo revivió aquellos dolorosos momentos cuando un grupo de represores “le tiraban agua y le hacían preguntas, todo junto. Para mí fue un tiempo infinito”, dijo y afirmó que con el tiempo supo que el que lo interrogaba era (Miguel Ángel) el Gato Gómez. Lo recordaba por la voz. “Estaba como perdido en El tranvía”, dijo en referencia a un banco de cemento donde los amontonoban. “Había más personas detenidas. Se escuchaban gritos, le pegaban a todo el mundo. Un horror. Ese era el trato natural”, se acordó.
El 28 de mayo lo sacaron y lo llevaron a Río Cuarto donde también lo torturaron y realizaron simulacros de fusilamiento, mientras le pedían nombres. Permaneció en la cárcel 71 días y luego lo trasladaron a la UP1. “Nunca vi a un juez, ni nada, estuve tres años a disposición del Área 31”, expresó ante el Tribunal. En la UP1 estuvo en el Pabellón 10 y se enteró por los otros presos de los fusilamientos. “Había un clima de terror muy grande. Los militares nos pegaban y hacían circular…era muy duro”.
Ir y volver torturado
“Recuerdo que cuando llegó Hubo Basso, no podía caminar”, dijo y lloró a cara descubierta. Con voz entrecortada prosigue. “Estábamos en situación de incomunicados, hacíamos las necesidades en un tarro y sin poder hacer nada. Y en cualquier momento nos sacaban y pegaban. Fue una situación que pudimos superar porque nos sosteníamos mutuamente”, explicó.
“Todos lo vimos llegar hecho mierda”, le dijo a Claudio Orosz, cuando le tocó a la querella profundizar con preguntas el relato. También comentó que Eduardo Porta era uno de los prisioneros a los que llevaban y traían de La Perla. “Él me ha contado que lo habían condenado a muerte y que lo tenían como un trofeo. Recuerdo que me dijo que estaba la chica (Ana) Mohaded. Con Porta se ensañaron mucho”, señaló.
A él también lo sacaron en 1978. “Un día me sacan, me llevan en un camión al D2 que estaba en (la calle) Mariano Moreno y ahí en una celda me pegan a mí y a otros. El Gato Gómez, se ensañaba conmigo. Creí que me moría” describió. Le aplicaban alternativamente el submarino y los golpes. “Después de un tiempo, no recuerdo cuanto, al fin y al cabo dos o tres días vino y me dijo: firmá esta declaración. La firmé sin leer para que no me pegara más.”, agregó. Destacó que era común esta práctica de llevar y traer personas detenidas desde los centros clandestinos La Ribera y La Perla a la cárcel UP1 y al revés.
Al cabo de unos días lo condujeron a la IV Brigada Aerotransportada donde le hicieron un Consejo de Guerra. Contó que hubo careos hasta que lo llevaron de nuevo a la UP1. “Como sería la situación que llegué contento a la cárcel, era un alivio”, describió. Allí pudo ver entre otros a Rodolfo Novillo Corvalán, a Cecilio Salguero, y a “un señor mayor que estaba con toda su familia”, expresó refiriéndose al empresario Alejandro Deutch y a su esposa Elena Rosa Rosenzweig y sus hijas Liliana, Susana, y Elsa.
El sobreviviente que declaró anteriormente en el Juicio Videla reafirmó que cuando dijo que el Gato Gómez mientras estaba preso en La Ribera por violación “hacía de las suyas” era así, aludiendo a que torturaba. Reiteró que “se investigue la situación de este señor en Río Cuarto. En este punto refirió varios casos. Como el de un trabajador ladrillero a quien amenazó frente a su hijo y su mujer a punta de pistola. Y que ese hombre murió al año siguiente. También señaló otro caso de violaciones reiteradas contra una detenida mientras la trasladaba a Córdoba y detuvo la marcha para hacerlo. “Se cansó de violarla”, dijo y añadió que “esta mujer tuvo un hijo”. “Era el principal torturador”, manifestó y confesó que “Por más que vivo lejos, no estoy siempre tranquilo, me despierto de noche, sueño”, refirió.
Homenaje a Berta Perassi
En el tramo final le pidió permiso al Tribunal para leer una carta que hizo pública en 2003. Allí retrata la vida de quien había sido su novia también militante del Peronismo de Base. Berta Perassi fue secuestrada en Córdoba. Militaba en el PRT y ya no eran pareja. (1) Contó que hasta 2006 solo figuraba en una lista que presentó Graciela Geuna –una de los 17 sobrevivientes de La Perla- y cuenta que había sido “trasladada” de La Perla a los 20 días de haber llegado. También lo corroboraron Susana Sastre y Piero Di Monte. (N de la R. Traslado en la jerga de los represores significa asesinada)
Con un grupo de amigos investigaron que pasó y lograron reconstruir con datos aportados por la familia como habían sucedido los hechos. La madre de la joven llegó hasta Menéndez quien negó que estuviera detenida. Berta trabajaba en la fábrica de galletitas Lía. Cuando fueron a buscarla no la encontraron. Una pareja amiga cuya mujer estaba embarazada le avisó. Se supo que a diario la visitaba en la maternidad hasta que no fue más. Y nunca más se supo de ella.
Con el tiempo en Río Cuarto la sociedad organizada la rescató del olvido y el silencio a través de una calle que lleva su nombre: Alfabetizadora Berta Perassi, en memoria a la actividad militante que realizaba en el barrio “El Acordeón”.
El fiscal Trotta que condujo el interrogatorio le pidió al Tribunal que además de testigo se lo reconozca como víctima del terrorismo de estado.
Teresa Grilli: “Mi marido era el nexo entre Tosco y la comisión directiva”
La esposa de quien fuera miembro de la conducción del Sindicato Luz y Fuerza declaró que se enteró por compañeros de trabajo que Juan Eduardo Caffaratti había sido detenido a la salida de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC), el 15 de enero de 1976.
“Fue levantado por sujetos armados e introducido en un auto con rumo desconocido. De ahí no se supo más nada”, expresó. Contó que entre tres a cinco compañeros lo presenciaron sin poder hacer nada. “Creo que le preguntaron ¿Sos Alberto Caffaratti? Y él dijo que no. Lo insultan y le dicen sos vos, y lo llevan”.
Cafaratti militaba en el Partido Comunista e integraba el Comité Central.
“Lo amenazaban permanentemente, vas a ser boleta”, contó que le decían. Y que una de las formas empleadas fue volantear en su contra y la de otros como Hugo Moro, Mario Bialet, Tomás Di Toffino.
El fiscal indagó si pudo reconstruir de alguna manera la historia y respondió que presentaron hábeas corpus, fueron al Arzobispado, recorrieron comisarías y diarios en busca de información. “Se formó una comisión de presos y desaparecidos, pero nadie dio datos ni supimos nada”, afirmó.
Guiada por las preguntas de Orosz fue explicando que el gremio en ese momento estaba intervenido, que otras personas fueron también perseguidas y detenidas como Tomás Di Toffino, Bruzuela y otros. Y contó que se había formado una comisión integrada por Di Toffino, Bialet y Fabiolo, y que antes del golpe viajaron a Buenos Aires. “Fuimos a entrevistar en el edificio Libertad a algún general; no sé quién nos atendió en esa época. Pedíamos que trataran de averiguar algo”.
Por seguridad la familia integrada por ellos y sus dos hijos Mariana y Daniel de 5 y 6 años un mes antes del hecho ya no dormían en el domicilio. La testigo dijo que volvió a su casa una sola vez para hacer la mudanza. Desde 1974 el sindicato estaba intervenido y el secretario general Agustín Tosco pasó a la clandestinidad. En ese contexto la comisión directiva a fines del 1975 y principios de 1976 funcionaba por fuera y “mi marido era el nexo entre Agustín Tosco y el resto de los sindicalistas”, explicó. Y realzó el accionar del conjunto de los trabajadores “sumamente activo y solidario, sobre todo con la gente perseguida por los Comandos Libertadores de América”.
Nilda Ester Jelenik: “La violación era parte de la tortura”
La testigo ofrecida por las abogadas de Abuelas de Plaza de Mayo María Teresa Sánchez y Mariana Paramio, narró su propio cautiverio y reconoció a los imputados Calixto Flores, Graciela Antón, Jesús Antón, Luis Manzanelli, Guillermo Barreiro y a Sérpico (Buceta). “La cuca Antón actuaba abiertamente”, afirmó.
La sobreviviente narró que fue secuestrada durante un allanamiento realizado en la casa de su hermano, a mediados de marzo de 1975, en barrio Ayacucho. “Estaba a cargo del operativo el Chato Flores y me llevan con mi pareja Hugo Hernández al D2”. Allí fue encapuchada y torturada.
“En el D2 la violación era parte de la tortura. La tortura era una situación de locura. El torturado está normalmente desnudo y mientras le hacen la mojarrita, lo están violando, o pasa alguno y le mete mano”, recordó crudamente. En otro tramo del relato consignó que también pasaban horas y horas de pie en esas condiciones.
Embarazadas
Del D2 la conducen al Buen Pastor. “En ese momento teníamos un pabellón las presas no embarazadas y sin hijos y en otro estaban las embarazadas con niños”, explicó.
Entre las segundas nombró a Diana Triay (Sus restos junto a los de su esposo Sebastián Llorens fueron identificados el 1 de marzo de 2013 por el Equipo de Antropología Forense y restituidos a sus familiares) y a otras dos mujeres más. Dijo que había un sistema similar a una guardería para atender a los chicos. “Yo no me fugué, tenía una causa abierta”, dijo y recordó que se encontraba en medio de un proceso del que saldría sobreseída. Fue ahí que se produjo un “reencuentro” con el grupo de tareas del D2. Explicó que eran miembros de una comisión que la llevaba y traía ante el juzgado por orden del juez Vázquez Cuestas.
“En la UP1 había varias embarazadas y niños con un régimen relativamente flexible, después se comienza a endurecer y les piden a las mamas que se llevaran a los niños”, afirmó y recordó por sus nombres de pila a varias de las detenidas. “Más o menos después del golpe se retiran a todos los niños, la represión se endurece con bailes y requisas. Les sacaban a los chicos a veces directamente en la maternidad. Era muy dramático escuchar cuando se los sacaban”, contó.
“En esa época se produjeron los “traslados” y fusilamientos como en el caso de Diana Fidelman”. Sobre ello reveló que una de las rutinas previas “era que se cerraban todas las celdas. Nos decían a nosotros: junten sus cosas y vayan arriba. Una noche vienen y me dicen junta tus cosas y subí. Era pleno invierno -en 1976- cuando ocurrió la muerte de Moukarzel”.
Luego relató su traslado al campo de la Ribera donde pudo ver a Patricia Astelarra y a Irene Bucco, embarazadas provenientes de La Perla. “El impacto cuando las vi fue muy grande. Era ver dos cadáveres hablando”, graficó. En esa oportunidad, Patricia le había dicho que La Ribera era un jardín de infantes al lado de La Perla donde desaparecía mucha gente y que en su caso había sobrevivido porque sus padres pagaron un rescate. Y que Rosita Previtera –fugada del Buen pastor- estaba en La Perla lugar “donde no había seguridades de nada. La gente entraba y no salía”.
En el lugar dijo que había personal de la ESMA porque su pareja Hernández había sido sub oficial algo que aclaró ella desconocía.
La testigo afirmó que por su ascendencia alemana y los contactos de su madre miembro activo de la iglesia pudo salir del país. Destacó la actuación del Pastor Ihle, Genet y Fanderfale.
Recordó que los imputados Manzanelli y Barreiro “Venían prácticamente todos los días a la cuadra”. Y que antes del país iban a su casa a tomar café y que cada diez días debía reportarse ante Saseain “una persona violenta, irascible del que se escuchaban improperios, gritos, escenas, golpeaba cosas”.
La abogada Marité Sánchez indagó sobre las tres veces que estuvo en el Buen Pastor. La mujer recordó que la última vez observó que desde lo edilicio no había cambiado pero sí en cuanto a las rutinas. Dijo que estaban a cargo de dos monjas y una celadora. “Recuerdo haber estado muchas veces sola mirando pasar las nubes, aislada en la pieza. Había una situación de mucha vulnerabilidad interna. Nadie sabía quién era el otro”, se acordó.
Ratificó como lo dijo el primer testigo que el Gato Gómez mientras estaba preso “torturaba gente”. Ella fue una de esas víctimas. Días previos a su partida le había dicho golpes de por medio “qué le contaste a estos que te dejan salir…vas a aparecer en una zanja”. Otra similar se repitió pero sin golpearla.
Tras responder preguntas puntuales sobre la presencia de embarazadas y niños la abogada la indagó sobre qué significaba esta experiencia en su vida y especialmente la violación. “Digamos que hay muchas clases de tortura. A pesar que alguna gente pueda decir que una cosa es más que otra”, reflexionó y acotó que “estar paradas horas, con las manos en la nuca y las piernas abiertas” también era terrible. Y una vez la llevaron al hospital San Roque porque tenía las costillas rotas.
“Yo no tengo rencor, no quiero que nunca le pase a nadie”, concluyó.
Hoy al mediodía comenzó la lectura de la acusación a 11 imputados en cinco expedientes que se acumulan a la megacausa Se prevé que esta fase del proceso se extienda hasta fin de mes.
Por Katy García- Prensared
El primer testigo Andenmatten reconoció a Miguel Ángel Gómez como su torturador y durante el curso del relato lo responsabilizó de torturar a una centena de militantes en Río Cuarto. Pidió que se investiguen estos hechos ocurridos en la ciudad del sur.
Lo detuvieron el 27 de mayo de 1976, tenía 22 años, trabajaba en una fábrica de baterías, en barrio General Paz. “A las 7 de la mañana vinieron tres hombres de civil que se presentaron como policías. Me introdujeron en un auto y llevaron al D2. No iba vendado”, afirmó. Después lo vendaron y le dijeron: “Andenmatten: vamos”.
El testigo revivió aquellos dolorosos momentos cuando un grupo de represores “le tiraban agua y le hacían preguntas, todo junto. Para mí fue un tiempo infinito”, dijo y afirmó que con el tiempo supo que el que lo interrogaba era (Miguel Ángel) el Gato Gómez. Lo recordaba por la voz. “Estaba como perdido en El tranvía”, dijo en referencia a un banco de cemento donde los amontonoban. “Había más personas detenidas. Se escuchaban gritos, le pegaban a todo el mundo. Un horror. Ese era el trato natural”, se acordó.
El 28 de mayo lo sacaron y lo llevaron a Río Cuarto donde también lo torturaron y realizaron simulacros de fusilamiento, mientras le pedían nombres. Permaneció en la cárcel 71 días y luego lo trasladaron a la UP1. “Nunca vi a un juez, ni nada, estuve tres años a disposición del Área 31”, expresó ante el Tribunal. En la UP1 estuvo en el Pabellón 10 y se enteró por los otros presos de los fusilamientos. “Había un clima de terror muy grande. Los militares nos pegaban y hacían circular…era muy duro”.
Ir y volver torturado
“Recuerdo que cuando llegó Hubo Basso, no podía caminar”, dijo y lloró a cara descubierta. Con voz entrecortada prosigue. “Estábamos en situación de incomunicados, hacíamos las necesidades en un tarro y sin poder hacer nada. Y en cualquier momento nos sacaban y pegaban. Fue una situación que pudimos superar porque nos sosteníamos mutuamente”, explicó.
“Todos lo vimos llegar hecho mierda”, le dijo a Claudio Orosz, cuando le tocó a la querella profundizar con preguntas el relato. También comentó que Eduardo Porta era uno de los prisioneros a los que llevaban y traían de La Perla. “Él me ha contado que lo habían condenado a muerte y que lo tenían como un trofeo. Recuerdo que me dijo que estaba la chica (Ana) Mohaded. Con Porta se ensañaron mucho”, señaló.
A él también lo sacaron en 1978. “Un día me sacan, me llevan en un camión al D2 que estaba en (la calle) Mariano Moreno y ahí en una celda me pegan a mí y a otros. El Gato Gómez, se ensañaba conmigo. Creí que me moría” describió. Le aplicaban alternativamente el submarino y los golpes. “Después de un tiempo, no recuerdo cuanto, al fin y al cabo dos o tres días vino y me dijo: firmá esta declaración. La firmé sin leer para que no me pegara más.”, agregó. Destacó que era común esta práctica de llevar y traer personas detenidas desde los centros clandestinos La Ribera y La Perla a la cárcel UP1 y al revés.
Al cabo de unos días lo condujeron a la IV Brigada Aerotransportada donde le hicieron un Consejo de Guerra. Contó que hubo careos hasta que lo llevaron de nuevo a la UP1. “Como sería la situación que llegué contento a la cárcel, era un alivio”, describió. Allí pudo ver entre otros a Rodolfo Novillo Corvalán, a Cecilio Salguero, y a “un señor mayor que estaba con toda su familia”, expresó refiriéndose al empresario Alejandro Deutch y a su esposa Elena Rosa Rosenzweig y sus hijas Liliana, Susana, y Elsa.
El sobreviviente que declaró anteriormente en el Juicio Videla reafirmó que cuando dijo que el Gato Gómez mientras estaba preso en La Ribera por violación “hacía de las suyas” era así, aludiendo a que torturaba. Reiteró que “se investigue la situación de este señor en Río Cuarto. En este punto refirió varios casos. Como el de un trabajador ladrillero a quien amenazó frente a su hijo y su mujer a punta de pistola. Y que ese hombre murió al año siguiente. También señaló otro caso de violaciones reiteradas contra una detenida mientras la trasladaba a Córdoba y detuvo la marcha para hacerlo. “Se cansó de violarla”, dijo y añadió que “esta mujer tuvo un hijo”. “Era el principal torturador”, manifestó y confesó que “Por más que vivo lejos, no estoy siempre tranquilo, me despierto de noche, sueño”, refirió.
Homenaje a Berta Perassi
En el tramo final le pidió permiso al Tribunal para leer una carta que hizo pública en 2003. Allí retrata la vida de quien había sido su novia también militante del Peronismo de Base. Berta Perassi fue secuestrada en Córdoba. Militaba en el PRT y ya no eran pareja. (1) Contó que hasta 2006 solo figuraba en una lista que presentó Graciela Geuna –una de los 17 sobrevivientes de La Perla- y cuenta que había sido “trasladada” de La Perla a los 20 días de haber llegado. También lo corroboraron Susana Sastre y Piero Di Monte. (N de la R. Traslado en la jerga de los represores significa asesinada)
Con un grupo de amigos investigaron que pasó y lograron reconstruir con datos aportados por la familia como habían sucedido los hechos. La madre de la joven llegó hasta Menéndez quien negó que estuviera detenida. Berta trabajaba en la fábrica de galletitas Lía. Cuando fueron a buscarla no la encontraron. Una pareja amiga cuya mujer estaba embarazada le avisó. Se supo que a diario la visitaba en la maternidad hasta que no fue más. Y nunca más se supo de ella.
Con el tiempo en Río Cuarto la sociedad organizada la rescató del olvido y el silencio a través de una calle que lleva su nombre: Alfabetizadora Berta Perassi, en memoria a la actividad militante que realizaba en el barrio “El Acordeón”.
El fiscal Trotta que condujo el interrogatorio le pidió al Tribunal que además de testigo se lo reconozca como víctima del terrorismo de estado.
Teresa Grilli: “Mi marido era el nexo entre Tosco y la comisión directiva”
La esposa de quien fuera miembro de la conducción del Sindicato Luz y Fuerza declaró que se enteró por compañeros de trabajo que Juan Eduardo Caffaratti había sido detenido a la salida de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC), el 15 de enero de 1976.
“Fue levantado por sujetos armados e introducido en un auto con rumo desconocido. De ahí no se supo más nada”, expresó. Contó que entre tres a cinco compañeros lo presenciaron sin poder hacer nada. “Creo que le preguntaron ¿Sos Alberto Caffaratti? Y él dijo que no. Lo insultan y le dicen sos vos, y lo llevan”.
Cafaratti militaba en el Partido Comunista e integraba el Comité Central.
“Lo amenazaban permanentemente, vas a ser boleta”, contó que le decían. Y que una de las formas empleadas fue volantear en su contra y la de otros como Hugo Moro, Mario Bialet, Tomás Di Toffino.
El fiscal indagó si pudo reconstruir de alguna manera la historia y respondió que presentaron hábeas corpus, fueron al Arzobispado, recorrieron comisarías y diarios en busca de información. “Se formó una comisión de presos y desaparecidos, pero nadie dio datos ni supimos nada”, afirmó.
Guiada por las preguntas de Orosz fue explicando que el gremio en ese momento estaba intervenido, que otras personas fueron también perseguidas y detenidas como Tomás Di Toffino, Bruzuela y otros. Y contó que se había formado una comisión integrada por Di Toffino, Bialet y Fabiolo, y que antes del golpe viajaron a Buenos Aires. “Fuimos a entrevistar en el edificio Libertad a algún general; no sé quién nos atendió en esa época. Pedíamos que trataran de averiguar algo”.
Por seguridad la familia integrada por ellos y sus dos hijos Mariana y Daniel de 5 y 6 años un mes antes del hecho ya no dormían en el domicilio. La testigo dijo que volvió a su casa una sola vez para hacer la mudanza. Desde 1974 el sindicato estaba intervenido y el secretario general Agustín Tosco pasó a la clandestinidad. En ese contexto la comisión directiva a fines del 1975 y principios de 1976 funcionaba por fuera y “mi marido era el nexo entre Agustín Tosco y el resto de los sindicalistas”, explicó. Y realzó el accionar del conjunto de los trabajadores “sumamente activo y solidario, sobre todo con la gente perseguida por los Comandos Libertadores de América”.
Nilda Ester Jelenik: “La violación era parte de la tortura”
La testigo ofrecida por las abogadas de Abuelas de Plaza de Mayo María Teresa Sánchez y Mariana Paramio, narró su propio cautiverio y reconoció a los imputados Calixto Flores, Graciela Antón, Jesús Antón, Luis Manzanelli, Guillermo Barreiro y a Sérpico (Buceta). “La cuca Antón actuaba abiertamente”, afirmó.
La sobreviviente narró que fue secuestrada durante un allanamiento realizado en la casa de su hermano, a mediados de marzo de 1975, en barrio Ayacucho. “Estaba a cargo del operativo el Chato Flores y me llevan con mi pareja Hugo Hernández al D2”. Allí fue encapuchada y torturada.
“En el D2 la violación era parte de la tortura. La tortura era una situación de locura. El torturado está normalmente desnudo y mientras le hacen la mojarrita, lo están violando, o pasa alguno y le mete mano”, recordó crudamente. En otro tramo del relato consignó que también pasaban horas y horas de pie en esas condiciones.
Embarazadas
Del D2 la conducen al Buen Pastor. “En ese momento teníamos un pabellón las presas no embarazadas y sin hijos y en otro estaban las embarazadas con niños”, explicó.
Entre las segundas nombró a Diana Triay (Sus restos junto a los de su esposo Sebastián Llorens fueron identificados el 1 de marzo de 2013 por el Equipo de Antropología Forense y restituidos a sus familiares) y a otras dos mujeres más. Dijo que había un sistema similar a una guardería para atender a los chicos. “Yo no me fugué, tenía una causa abierta”, dijo y recordó que se encontraba en medio de un proceso del que saldría sobreseída. Fue ahí que se produjo un “reencuentro” con el grupo de tareas del D2. Explicó que eran miembros de una comisión que la llevaba y traía ante el juzgado por orden del juez Vázquez Cuestas.
“En la UP1 había varias embarazadas y niños con un régimen relativamente flexible, después se comienza a endurecer y les piden a las mamas que se llevaran a los niños”, afirmó y recordó por sus nombres de pila a varias de las detenidas. “Más o menos después del golpe se retiran a todos los niños, la represión se endurece con bailes y requisas. Les sacaban a los chicos a veces directamente en la maternidad. Era muy dramático escuchar cuando se los sacaban”, contó.
“En esa época se produjeron los “traslados” y fusilamientos como en el caso de Diana Fidelman”. Sobre ello reveló que una de las rutinas previas “era que se cerraban todas las celdas. Nos decían a nosotros: junten sus cosas y vayan arriba. Una noche vienen y me dicen junta tus cosas y subí. Era pleno invierno -en 1976- cuando ocurrió la muerte de Moukarzel”.
Luego relató su traslado al campo de la Ribera donde pudo ver a Patricia Astelarra y a Irene Bucco, embarazadas provenientes de La Perla. “El impacto cuando las vi fue muy grande. Era ver dos cadáveres hablando”, graficó. En esa oportunidad, Patricia le había dicho que La Ribera era un jardín de infantes al lado de La Perla donde desaparecía mucha gente y que en su caso había sobrevivido porque sus padres pagaron un rescate. Y que Rosita Previtera –fugada del Buen pastor- estaba en La Perla lugar “donde no había seguridades de nada. La gente entraba y no salía”.
En el lugar dijo que había personal de la ESMA porque su pareja Hernández había sido sub oficial algo que aclaró ella desconocía.
La testigo afirmó que por su ascendencia alemana y los contactos de su madre miembro activo de la iglesia pudo salir del país. Destacó la actuación del Pastor Ihle, Genet y Fanderfale.
Recordó que los imputados Manzanelli y Barreiro “Venían prácticamente todos los días a la cuadra”. Y que antes del país iban a su casa a tomar café y que cada diez días debía reportarse ante Saseain “una persona violenta, irascible del que se escuchaban improperios, gritos, escenas, golpeaba cosas”.
La abogada Marité Sánchez indagó sobre las tres veces que estuvo en el Buen Pastor. La mujer recordó que la última vez observó que desde lo edilicio no había cambiado pero sí en cuanto a las rutinas. Dijo que estaban a cargo de dos monjas y una celadora. “Recuerdo haber estado muchas veces sola mirando pasar las nubes, aislada en la pieza. Había una situación de mucha vulnerabilidad interna. Nadie sabía quién era el otro”, se acordó.
Ratificó como lo dijo el primer testigo que el Gato Gómez mientras estaba preso “torturaba gente”. Ella fue una de esas víctimas. Días previos a su partida le había dicho golpes de por medio “qué le contaste a estos que te dejan salir…vas a aparecer en una zanja”. Otra similar se repitió pero sin golpearla.
Tras responder preguntas puntuales sobre la presencia de embarazadas y niños la abogada la indagó sobre qué significaba esta experiencia en su vida y especialmente la violación. “Digamos que hay muchas clases de tortura. A pesar que alguna gente pueda decir que una cosa es más que otra”, reflexionó y acotó que “estar paradas horas, con las manos en la nuca y las piernas abiertas” también era terrible. Y una vez la llevaron al hospital San Roque porque tenía las costillas rotas.
“Yo no tengo rencor, no quiero que nunca le pase a nadie”, concluyó.
Hoy al mediodía comenzó la lectura de la acusación a 11 imputados en cinco expedientes que se acumulan a la megacausa Se prevé que esta fase del proceso se extienda hasta fin de mes.
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