Sus hermanos Adriana y Oscar Jaimovich y su compañera de militancia Estela Moyano testificaron sobre el secuestro y asesinato de la joven militante de la Juventud Guevarista.
Por Alexis Oliva
(El Argentino, edición Córdoba)
Sobre la desaparición de Alejandra Jaimovich, militante de la Juventud Guevarista, secuestrada el 1º de junio de 1976 a sus 17 años, declararon tres testigos en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros de detención del Tercer Cuerpo de Ejército durante la última dictadura.
En primer lugar, Estela Moyano relató que con su hermana mayor Nora y Jaimovich comenzaron a militar en 1974 en la corriente juvenil del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y desde días después del golpe de Estado del 24 de marzo del ‘76 Alejandra se hospedaba en su casa. “Un día, Alejandra se va, con la idea de volver. Uno ya empezaba que habían puesto preso a un amigo, que otro había desaparecido…”, narró la testigo. El 1º de junio, la joven retornó a buscar unas pertenencias a la casa de sus compañeras, donde la esperaba un grupo del Ejército que la secuestró junto con Nora.
Ambas fueron llevadas al Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de Córdoba. Tres días después, Nora fue liberada, por el insistente reclamo de su familia. Pero Alejandra fue trasladada a la “escuelita” de Pilar, donde padeció torturas y vejámenes, y luego al campo de La Perla. Allí fue vista por los sobrevivientes Graciela Geuna y Piero Di Monte, quienes luego ayudarían a la familia Jaimovich a reconstruir el destino de Alejandra, asesinada en un “traslado” treinta días después de su detención.
Según relató Adriana Jaimovich en la audiencia de ayer, el 25 de mayo del ‘76 una “patota” militar había asaltado la casa familiar buscando a su hermana. “Decime dónde está tu hija, porque si no la vamos a matar”, amenazó a su padre quien comandaba el grupo. A principios de junio, en el velorio de Adriana Ruth Gelbspan -otra militante asesinada en un fraguado enfrentamiento con la Policía- le dijeron a Luis Jaimovich que su hija había sido apresada y estuvo en el D2. A su vez, su esposa Elena se contactó con la familia Moyano, que le confirmó la versión. Entonces comenzó una búsqueda tan larga como infructuosa.
“Mis padres eran escribanos muy conocidos en la ciudad –refirió Adriana-, y se acercó mucha gente ofreciéndoles información, a veces con dinero, a veces sin dinero. Le decían: ‘La pasaron a tal parte… La llevaron a Buenos Aires…’. Era una forma de tener a mis padres aterrados y sin hacer demasiado, porque la base de eso era: ‘No hagan ruido, porque si hacen ruido la van a matar’. Hoy sabemos cuán poco tiempo estuvo Alejandra en La Perla y nos damos cuenta de la gran extorsión y mentira en que tuvieron a mis padres encerrados”.
Por su parte, Oscar Ezequiel Jaimovich refirió que tras el secuestro de su hermana menor, él y Adriana se exiliaron en Israel, pero sus padres se negaban a abandonar el país. “Mi mamá no quería dejar la casa, porque decía que Alejandra iba a llamar en cualquier momento”, recordó. Mientras que a su padre “había gente que le decía que Alejandra estaba viva, lo que lo paralizaba y no le permitía hacer su lucha pública y directa”.
Hacia 1978, convencieron a sus padres de que se trasladaran a Israel, donde formaron la Comisión de Familiares de Víctimas del Terrorismo de Estado de Argentina. Desde allí, intentaron que el gobierno ese país presionara al argentino para que diera información, pero “las respuestas fueron vagas”. Incluso, a fines de los ‘70 realizaron gestiones a través del ex primer ministro Golda Meir y su sucesor Yitzhak Rabin, también sin resultados.
En 1980, a través de Amnesty internacional el matrimonio tomó contacto con la sobreviviente Geuna, a quien visitaron en Suiza. Ella les contó que a su hija “la vio en La Perla, estuvo unos días acostada a su lado en la colchoneta, y luego fue trasladada”. Los represores le dijeron que la llevaban al Buen Pastor, pero cuando tiempo después Geuna les preguntó por Alejandra, le respondieron: “¿No te das cuenta que la hemos liquidado?”. (Al declarar el 1 de agosto pasado, Geuna recordó ese diálogo, mantenido con el actual imputado Luis Alberto Cayetano Quijano).
Desde entonces, los Jaimovich tuvieron “una percepción clara de que Alejandra no iba a volver, que cambió también su forma de lucha. A partir de ahí, ya pudo hacerse una denuncia abierta”, explicó Oscar. Sobre ese momento, su hermana Adriana rememoró: “El encuentro con Graciela produjo en la familia un cambio, porque ya no fue buscarla, sino exigir justicia. Y mi padre se dedicó a trabajar con la esperanza de llegar a este juicio”.
No pudieron, porque Elena falleció en 1998 y Luis en 2008. Pero sus hijos viajaron desde Israel para contar ayer su trágica historia, frente a un tribunal de la democracia. “Hemos venido desde lejos, mi hermano y yo, a dar nuestro testimonio, porque creemos que es nuestra obligación cívica y moral, pero también venimos en representación de nuestros padres, Luis y Elena, que hubieran querido estar y no están”, fueron las palabras con que Adriana les rindió un merecido homenaje.
Por Alexis Oliva
(El Argentino, edición Córdoba)
Sobre la desaparición de Alejandra Jaimovich, militante de la Juventud Guevarista, secuestrada el 1º de junio de 1976 a sus 17 años, declararon tres testigos en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros de detención del Tercer Cuerpo de Ejército durante la última dictadura.
En primer lugar, Estela Moyano relató que con su hermana mayor Nora y Jaimovich comenzaron a militar en 1974 en la corriente juvenil del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y desde días después del golpe de Estado del 24 de marzo del ‘76 Alejandra se hospedaba en su casa. “Un día, Alejandra se va, con la idea de volver. Uno ya empezaba que habían puesto preso a un amigo, que otro había desaparecido…”, narró la testigo. El 1º de junio, la joven retornó a buscar unas pertenencias a la casa de sus compañeras, donde la esperaba un grupo del Ejército que la secuestró junto con Nora.
Ambas fueron llevadas al Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de Córdoba. Tres días después, Nora fue liberada, por el insistente reclamo de su familia. Pero Alejandra fue trasladada a la “escuelita” de Pilar, donde padeció torturas y vejámenes, y luego al campo de La Perla. Allí fue vista por los sobrevivientes Graciela Geuna y Piero Di Monte, quienes luego ayudarían a la familia Jaimovich a reconstruir el destino de Alejandra, asesinada en un “traslado” treinta días después de su detención.
Según relató Adriana Jaimovich en la audiencia de ayer, el 25 de mayo del ‘76 una “patota” militar había asaltado la casa familiar buscando a su hermana. “Decime dónde está tu hija, porque si no la vamos a matar”, amenazó a su padre quien comandaba el grupo. A principios de junio, en el velorio de Adriana Ruth Gelbspan -otra militante asesinada en un fraguado enfrentamiento con la Policía- le dijeron a Luis Jaimovich que su hija había sido apresada y estuvo en el D2. A su vez, su esposa Elena se contactó con la familia Moyano, que le confirmó la versión. Entonces comenzó una búsqueda tan larga como infructuosa.
“Mis padres eran escribanos muy conocidos en la ciudad –refirió Adriana-, y se acercó mucha gente ofreciéndoles información, a veces con dinero, a veces sin dinero. Le decían: ‘La pasaron a tal parte… La llevaron a Buenos Aires…’. Era una forma de tener a mis padres aterrados y sin hacer demasiado, porque la base de eso era: ‘No hagan ruido, porque si hacen ruido la van a matar’. Hoy sabemos cuán poco tiempo estuvo Alejandra en La Perla y nos damos cuenta de la gran extorsión y mentira en que tuvieron a mis padres encerrados”.
Por su parte, Oscar Ezequiel Jaimovich refirió que tras el secuestro de su hermana menor, él y Adriana se exiliaron en Israel, pero sus padres se negaban a abandonar el país. “Mi mamá no quería dejar la casa, porque decía que Alejandra iba a llamar en cualquier momento”, recordó. Mientras que a su padre “había gente que le decía que Alejandra estaba viva, lo que lo paralizaba y no le permitía hacer su lucha pública y directa”.
Hacia 1978, convencieron a sus padres de que se trasladaran a Israel, donde formaron la Comisión de Familiares de Víctimas del Terrorismo de Estado de Argentina. Desde allí, intentaron que el gobierno ese país presionara al argentino para que diera información, pero “las respuestas fueron vagas”. Incluso, a fines de los ‘70 realizaron gestiones a través del ex primer ministro Golda Meir y su sucesor Yitzhak Rabin, también sin resultados.
En 1980, a través de Amnesty internacional el matrimonio tomó contacto con la sobreviviente Geuna, a quien visitaron en Suiza. Ella les contó que a su hija “la vio en La Perla, estuvo unos días acostada a su lado en la colchoneta, y luego fue trasladada”. Los represores le dijeron que la llevaban al Buen Pastor, pero cuando tiempo después Geuna les preguntó por Alejandra, le respondieron: “¿No te das cuenta que la hemos liquidado?”. (Al declarar el 1 de agosto pasado, Geuna recordó ese diálogo, mantenido con el actual imputado Luis Alberto Cayetano Quijano).
Desde entonces, los Jaimovich tuvieron “una percepción clara de que Alejandra no iba a volver, que cambió también su forma de lucha. A partir de ahí, ya pudo hacerse una denuncia abierta”, explicó Oscar. Sobre ese momento, su hermana Adriana rememoró: “El encuentro con Graciela produjo en la familia un cambio, porque ya no fue buscarla, sino exigir justicia. Y mi padre se dedicó a trabajar con la esperanza de llegar a este juicio”.
No pudieron, porque Elena falleció en 1998 y Luis en 2008. Pero sus hijos viajaron desde Israel para contar ayer su trágica historia, frente a un tribunal de la democracia. “Hemos venido desde lejos, mi hermano y yo, a dar nuestro testimonio, porque creemos que es nuestra obligación cívica y moral, pero también venimos en representación de nuestros padres, Luis y Elena, que hubieran querido estar y no están”, fueron las palabras con que Adriana les rindió un merecido homenaje.
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