Los acusados no quisieron dar la cara
Algunos de los 45 represores que comenzaron a ser juzgados se escondieron detrás de libros. Otros exigieron a los gritos que el tribunal tomara algunas medidas. El juicio abarca los casos de 417 víctimas de La Perla.
Por Alejandra Dandan
En el comienzo del juicio sobre los crímenes cometidos en el centro clandestino de La Perla, en Córdoba, algunos de los 45 acusados recibieron a los fotógrafos tapándose las caras con libros colocados a modo de máscaras, cuyos títulos hablan del terrorismo de Estado en términos de “guerra”. Las máscaras no fueron todo, sino el preludio. Un grupo de acusados, como con el cuerpo desacostumbrado a estas nuevas reglas del juego, se levantó en medio de la sala a los gritos para exigir distinto tipo de medidas al Tribunal Oral Federal 1, sin la mediación de los abogados. “Esto no es una cancha de fútbol”, les dijo el presidente del TOF, Jaime Díaz Gavier, y ordenó que el grupo de policías abandone la sala.
Entre los títulos de los libros se leía La Tablada, El Vietnam argentino y El negocio de los derechos humanos, el mismo que la semana pasada algunos dicen haberle visto a Alfredo Astiz en el comienzo del juicio de ESMA III. Mientras los represores se acomodaban temprano y posaban para los fotógrafos en esos términos, la sala iba llenándose de familiares y sobrevivientes entre los que “florecían” claveles rojos, como indicó la crónica de HIJOS Córdoba en su sitio web. También llevaron imágenes con las caras de algunos de los desaparecidos, parte de las 417 víctimas del juicio. En ese contexto, el defensor oficial de uno de los acusados, el abogado Juan Carlos Belagardi tiró la primera piedra. Le dijo al TOF que a su defendido lo “ofendía” que los familiares de los “subversivos” sostuvieran los claveles y las fotos. El fiscal Jorge Auat, titular de la Unidad de Coordinación de los Juicios sobre el terrorismo de Estado, tomó la palabra. “Ya hemos tenido que soportar actitudes provocativas de imputados en otros debates de lesa humanidad cuando (los acusados) portaron escarapelas enlutadas durante las audiencias.”
Luciano Benjamín Menéndez, por caso, asistió a los juicios anteriores con un crespón negro, que no se le vio en la imagen transmitida desde el penal de Ezeiza desde donde sigue la audiencia. La intervención de Auat desató una tormenta. El policía Luis Alberto Lucero se puso a gritar en medio de la sala algo así como que “acá nadie tiene escarapelas”. Otros policías se le sumaron.
El presidente del Tribunal Díaz Gavier dijo aquello de que el juicio no es una cancha de fútbol, llamó al orden en alguna otra ocasión y ordenó retirarlos. El grupo de militares, en tanto, siguió en la sala, pero Gavier volvió a intervenir poco más tarde cuando Pedro Héctor Vergez, sentado atrás de Menéndez, en Ezeiza, le hizo “cuernitos” a las cámaras.
Ese fue el clima del comienzo de este “megajuicio”, en el que se empezó a juzgar a 45 represores un día después del aún investigado suicidio de uno de ellos, Aldo Carlos Checchi. Entre los acusados están las figuras emblemáticas de la represión en Córdoba, entre ellos Menéndez y Vergez pero además Ernesto “El Nabo” Barreiro, ex director del centro clandestino de La Perla y emblemático en los levantamientos de la Semana Santa del ’87.
“Lo que está sucediendo es histórico”, dijo Agustín Di Toffino, del Consejo Federal de Derechos Humanos e hijo de Tomás Di Toffino, dirigente gremial de Luz y Fuerza, secuestrado en noviembre de 1976 y ejecutado tres meses más tarde. “Tengo mucha felicidad por un lado de ver a las Madres y Abuelas, que tanto hicieron y lucharon en condiciones desfavorables, llegar a este juicio. Y por otro, ver en una sala a quienes fueron los dueños y señores de Córdoba, creo que es un logro vital de la democracia que fortalece la perspectiva de lo que se está generando a nivel nacional.” Agustín señaló que alguna de las bravuconadas del día hubiesen despertado algo de miedo en otro momento, pero no en este nuevo contexto. “Barreiro en actitud temeraria tiene que ver con un reflejo del tiempo de la impunidad –dice–; Barreiro trabó relación con Amalita Fortabat, con la Iglesia Católica, es el personaje de la Semana Santa del ’87, pero esos gestos que en otros momentos hacían tambalear a una democracia hoy en este contexto son gestos ridículos.”
En la sala estuvo el secretario de Derechos Humanos Martín Fresneda, que llamó a que “todos los que tengan información que se animen a denunciar”: “Es importante que se rompa el pacto del silencio, creo que estamos cerca de lograrlo y sería un paso importante para conocer el destino de los desaparecidos”. También estuvo Sonia Torres, responsable Abuelas de Mayo de Córdoba. En el juicio se examinará la sustracción de su nieto en la primera causa por apropiación en una provincia en la que se busca iluminar las redes burocráticas y religiosas.
La página de HIJOS siguió transmitiendo minuto a minuto durante todo el día. A las 17.45 escribieron: “Suena el celular de un imputado”.
Algunos de los 45 represores que comenzaron a ser juzgados se escondieron detrás de libros. Otros exigieron a los gritos que el tribunal tomara algunas medidas. El juicio abarca los casos de 417 víctimas de La Perla.
Por Alejandra Dandan
En el comienzo del juicio sobre los crímenes cometidos en el centro clandestino de La Perla, en Córdoba, algunos de los 45 acusados recibieron a los fotógrafos tapándose las caras con libros colocados a modo de máscaras, cuyos títulos hablan del terrorismo de Estado en términos de “guerra”. Las máscaras no fueron todo, sino el preludio. Un grupo de acusados, como con el cuerpo desacostumbrado a estas nuevas reglas del juego, se levantó en medio de la sala a los gritos para exigir distinto tipo de medidas al Tribunal Oral Federal 1, sin la mediación de los abogados. “Esto no es una cancha de fútbol”, les dijo el presidente del TOF, Jaime Díaz Gavier, y ordenó que el grupo de policías abandone la sala.
Entre los títulos de los libros se leía La Tablada, El Vietnam argentino y El negocio de los derechos humanos, el mismo que la semana pasada algunos dicen haberle visto a Alfredo Astiz en el comienzo del juicio de ESMA III. Mientras los represores se acomodaban temprano y posaban para los fotógrafos en esos términos, la sala iba llenándose de familiares y sobrevivientes entre los que “florecían” claveles rojos, como indicó la crónica de HIJOS Córdoba en su sitio web. También llevaron imágenes con las caras de algunos de los desaparecidos, parte de las 417 víctimas del juicio. En ese contexto, el defensor oficial de uno de los acusados, el abogado Juan Carlos Belagardi tiró la primera piedra. Le dijo al TOF que a su defendido lo “ofendía” que los familiares de los “subversivos” sostuvieran los claveles y las fotos. El fiscal Jorge Auat, titular de la Unidad de Coordinación de los Juicios sobre el terrorismo de Estado, tomó la palabra. “Ya hemos tenido que soportar actitudes provocativas de imputados en otros debates de lesa humanidad cuando (los acusados) portaron escarapelas enlutadas durante las audiencias.”
Luciano Benjamín Menéndez, por caso, asistió a los juicios anteriores con un crespón negro, que no se le vio en la imagen transmitida desde el penal de Ezeiza desde donde sigue la audiencia. La intervención de Auat desató una tormenta. El policía Luis Alberto Lucero se puso a gritar en medio de la sala algo así como que “acá nadie tiene escarapelas”. Otros policías se le sumaron.
El presidente del Tribunal Díaz Gavier dijo aquello de que el juicio no es una cancha de fútbol, llamó al orden en alguna otra ocasión y ordenó retirarlos. El grupo de militares, en tanto, siguió en la sala, pero Gavier volvió a intervenir poco más tarde cuando Pedro Héctor Vergez, sentado atrás de Menéndez, en Ezeiza, le hizo “cuernitos” a las cámaras.
Ese fue el clima del comienzo de este “megajuicio”, en el que se empezó a juzgar a 45 represores un día después del aún investigado suicidio de uno de ellos, Aldo Carlos Checchi. Entre los acusados están las figuras emblemáticas de la represión en Córdoba, entre ellos Menéndez y Vergez pero además Ernesto “El Nabo” Barreiro, ex director del centro clandestino de La Perla y emblemático en los levantamientos de la Semana Santa del ’87.
“Lo que está sucediendo es histórico”, dijo Agustín Di Toffino, del Consejo Federal de Derechos Humanos e hijo de Tomás Di Toffino, dirigente gremial de Luz y Fuerza, secuestrado en noviembre de 1976 y ejecutado tres meses más tarde. “Tengo mucha felicidad por un lado de ver a las Madres y Abuelas, que tanto hicieron y lucharon en condiciones desfavorables, llegar a este juicio. Y por otro, ver en una sala a quienes fueron los dueños y señores de Córdoba, creo que es un logro vital de la democracia que fortalece la perspectiva de lo que se está generando a nivel nacional.” Agustín señaló que alguna de las bravuconadas del día hubiesen despertado algo de miedo en otro momento, pero no en este nuevo contexto. “Barreiro en actitud temeraria tiene que ver con un reflejo del tiempo de la impunidad –dice–; Barreiro trabó relación con Amalita Fortabat, con la Iglesia Católica, es el personaje de la Semana Santa del ’87, pero esos gestos que en otros momentos hacían tambalear a una democracia hoy en este contexto son gestos ridículos.”
En la sala estuvo el secretario de Derechos Humanos Martín Fresneda, que llamó a que “todos los que tengan información que se animen a denunciar”: “Es importante que se rompa el pacto del silencio, creo que estamos cerca de lograrlo y sería un paso importante para conocer el destino de los desaparecidos”. También estuvo Sonia Torres, responsable Abuelas de Mayo de Córdoba. En el juicio se examinará la sustracción de su nieto en la primera causa por apropiación en una provincia en la que se busca iluminar las redes burocráticas y religiosas.
La página de HIJOS siguió transmitiendo minuto a minuto durante todo el día. A las 17.45 escribieron: “Suena el celular de un imputado”.
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