miércoles, 6 de marzo de 2013

Comienza la etapa testimonial en el juicio de La Perla

Comenzó la etapa testimonial en el juicio La Perla que por acumulación reúne a 16 causas. Se investigan crímenes de lesa humanidad ocurridos entre 1975 y 1977. Declaró la presidenta de Abuelas de Mayo, filial Córdoba, Sonia Torres, querellante en la causa por el secuestro y desaparición de su hija Silvina Parodi – embarazada de seis meses y medio-, de su esposo Daniel Orozco y del nieto nacido en cautiverio. También lo hicieron María Teresa Sánchez, abogada de Abuelas y ex presa política, y  Adriana Ochoa, hija del militante sindical Hugo Estanislao Ochoa cuyos restos fueron encontrados en una fosa común y restituidos a la familia por el Equipo Argentino de Antropología Forense.

Por Katy García – Prensared

“Quiero pedirles a los señores que van a ser hoy juzgados que en un acto de terrible humanidad nos digan a qué familia entregaron a nuestros nietos y donde están los huesitos de nuestros hijos”, les dijo Sonia Torres a los imputados.

La querellante brindó un extenso testimonio sobre lo vivido por su hija y yerno. “Antes que nada, me gustaría identificarme como la mamá de Silvina, la segunda mama de Daniel y la abuela de mi nieto. Eso soy desde hace tantos años”, comenzó diciendo.

Silvina (20), había cursado el secundario en el colegio universitario Manuel Belgrano, y era estudiante de Ciencias Económicas.  Su esposo, Daniel Orozco (23) estudiaba Ciencias Económicas y trabajaba en la empresa Minetti. Ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Fueron secuestrados en barrio Alta Córdoba, por una patota que saqueó la casa y robó dinero.

Contó el periplo sufrido por el matrimonio y la búsqueda incesante del nieto que la llevó a transformarse en Abuela de Plaza de Mayo junto a otras madres que también buscaban a sus hijos y nietos como Irma Ramacciotti y Otilia Argañaraz.

Desde ese evento la familia no paró de golpear puertas y hacer diligencias para dar con ellos. Inclusive hablaron con militares como Sasiaiñ, con el director de la Cárcel, y con médicos como el doctor Elías que averiguó y les transmitió que “el embarazo estaba normal “. Este médico –contó- fue secuestrado mientras operaba en el Hospital de Urgencias y su cadáver apareció camino a Chacra de la Merced.

Por diferentes vías le llegó la información de que Silvina fue vista en La Perla y que tuvo un varón. Otra de sus hijas, Giselle, voluntaria en la Casa Cuna, solía llevar niños a su casa para cuidarlos el fin de semana. “Tu mamá ya tiene mucho trabajo con el hijo de Sivina”, le había dicho. Ella le advierte que no saben nada de su hermana  desde que la secuestraron. “Mirá, están en el buen Pastor”, relató que dijo la religiosa. Pero al final le informaron que “la habían llevado al sur”.

También recurrieron a miembros de la Iglesia Católica como el Capellán del Ejército, padre Luchessi y al cura Sixto Castellanos que tenía dos hermanos obispos  quienes hicieron las gestiones pero sin resultados.

Otra vez, un médico de confianza, Pedro Funes Lastra, le dijo: “Hemos encontrado tu nieto”, pero con el correr de las horas le hizo saber que  se había equivocado.

Ante  preguntas del Tribunal acerca de su conocimiento sobre el destino de los  nietos apropiados señaló que existen varias hipótesis. Entre ellas la que vincula a “familias infértiles de militares que esperaban los nacimientos de nuestros nietos para apoderárselos como propios y matar a nuestras hijas.”

“El cruento y terrible atentado que sufrieron mis hijos ha destruido mi corazón y el de treinta mil familias de nuestro país.  Su recuerdo es el pilar por el que luchamos y que nos sigue sosteniendo”, sostuvo con voz quebrada.

También expuso la tremenda discriminación sufrida. “Los vecinos, después del secuestro de silvina, se cruzaban de vereda. Yo no los juzgo, porque los militares habían metido a sangre y fuego que eran subversivos”, afirmó.

Lo voy a encontrar

En otro tramo de la exposición se dirigió a su nieto para contarle que lo buscan desde que estaba en la “pancita” y para decirle quiénes eran sus padres y porqué luchaban. “No tengas miedo de buscarme: yo quiero contarte por qué desparecieron a tus padres. Ellos estaban en la vereda del frente y pensaban distinto a los militares. Por eso los secuestraron” (…)

“Mi hija era ex alumna del Belgrano. Se recibió en el 74. En el 75, Transito Rigatusso, que era el director, presentó una lista de jóvenes revoltosos al III Cuerpo de Ejército y al cabo de un tiempo los secuestraron a todos. A todos los llevaron a La Perla, yo sé que mi hija estuvo ahí. No sabían que los iban a matar. En las duchas se sacaban las vendas y jugaban. Yo en una entrevista lo acusé a Rigatusso de haberlos entregado y él me hizo una querella por daños y perjuicios”, recordó. También sufrió una golpiza el 13 de marzo de 2006, en su casa, que le afectó la audición.

A lo largo del tiempo supo que Silvina fue vista en el campo de concentración La Perla por las hermanas Olivera y por Elmer Fessia.

“Yo sé que lo voy a encontrar antes de irme y ese día sabrá quiénes fueron sus padres”, anheló esta mujer que sigue luchando por encontrar a su nieto y a todos los que aún permanecen con sus identidades robadas. Y que se retiró con un fuerte y emotivo aplauso por el público presente.

Abogadas amenazadas

María Teresa Sánchez, abogada querellante en la causa del nieto nacido en cautiverio de Sonia Torres, denunció que en 1999 recibió amenazas de muerte por medio de una carta. Los vecinos le avisaron que un auto bordó permanecía estacionado frente a su domicilio y le dieron el número de patente.

Cuando averiguó en el registro del automotor se enteró que pertenecía al imputado Luis Manzanelli. Hizo la denuncia correspondiente en la fiscalía y la jueza Garzón de Lascano ordenó un allanamiento  en el domicilio del represor. Allí encontraron una cámara y fotos de su casa tomadas desde el automóvil.  Sonia Torres también lo vio frente a la farmacia de su propiedad, pero no se dio cuenta de quién se trataba. Asimismo, fue amenazado el abogado Elvio Zanotti, y la abogada que lo reemplazó, Mariana Paramio, recibió una golpiza en el estudio jurídico.

La ex presa política,  narró ante el Tribunal presidido por Jaime Díaz Gavier y conformado por Julián Falcucci, José Camilo Uriburu y Carlos Ochoa, los hechos ocurridos el 24 de febrero de 1976 cuando fue secuestrada en su domicilio y luego  trasladada al D2 donde fue golpeada y torturada.  “Pensá bien lo que vas a decir por lo que tenés en la panza”, le dijo un hombre “morrudo y retacón”, aludiendo a su embarazo de siete meses y medio.

Allí se hallaba su esposo, a quien torturaban y amenazaban que la matarían. “Ese lugar era como un descenso al infierno”, dijo en referencia al D2.  Después fue trasladada a la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) donde permaneció detenida.

Golpe a la militancia sindical

Por la tarde  declaró  Adriana del Valle Ochoa, hija de Hugo Estanislao  Ochoa, militante de la Juventud Peronista y delegado del Sindicato de Empleados Públicos (SEP). La testigo afirmó que su padre fue secuestrado el 12 de noviembre de 1975, a las 4 de la  madrugada. Irrumpieron sin orden de allanamiento a los golpes y a los gritos. La provincia ya estaba intervenida y los llamados Comandos  Libertadores de América azolaban.

Esa noche, estaba programada una asamblea en el gremio conducido por Raúl Ferreyra. Allí denunciaría “la presencia de personas armadas, ajenas al sector, que cargaban nafta en vehículos que no pertenecían al área  donde  trabajaba como chofer”.

La testigo, que en esa época tenía 16 años, recordó que en 1977, junto a otras personas que también buscaban a sus seres queridos, fueron hasta una fosa Común ubicada en el cementerio San Vicente y vieron “personas semienterradas” vestidas. Dijo que lloraban en silencio y buscaban con la mirada alguna prensa conocida. Pero fue en 2005, cuando se extrajo sangre y el equipo de Antropólogos identificó el cuerpo y se los entregó.

Recapituló que esa noche estaban su madre y dos de sus hermanos de 9 y 11 años. “No lloren que lo llevamos para averiguación de antecedentes”, les dijo uno de los parapoliciales. Nunca más lo vieron. “Esa fue la última vez que escuché a mi padre”, manifestó, conmocionada. Una hermana mayor que vivía al lado vio como lo introducían en uno de los tres autos.

“Desde ahí comenzamos un calvario. No entendíamos que estaba ocurriendo. Vinimos al Cabildo, nos atendió Telleldin, de mala gana. Le decían a mamá qué tanto problema te haces… se habrá ido con otra…”. Al otro día, cuando acompañó a su madre a la  casa de Gobierno  le pareció ver a uno de los integrantes de la patota que participó del operativo.

Ochoa  había sido amenazado porque dijo que “iba a destapar la olla”. “Mi padre fue un gremialista, un hombre que defendía al obrero”, remarcó. La testigo aseguró que la ausencia del padre “destruyó la familia, nos dejaron desbandados, pero seguimos. Yo me uní a los Organismos (de derechos humanos) en esta lucha; y,  llegar a esta instancia, que se haga justicia me llena un poco este gran vació”, estimó.

Uno de los sectores más castigados durante la represión ilegal, ha sido el movimiento obrero organizado. Miles de delegados, comisiones internas y  dirigentes sindicales fueron secuestrados y desaparecidos.

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